La decencia del vestido

De la hebra al nudo
el proceso es sencillo
casi accidental; del nudo
al abrigo tres cuartos
sólo es cuestión de tiempo:
unir dos nudos, seguidos,
tejernos los pudores,
tomar el frío en las manos y envolverlo,
adornar la belleza,
tapar las corrupciones,
aislar los pies del suelo
y cubrir las ideas.

Mucho después llegan los beneficios,
las pasarelas, la moda,
el uniforme,
las mujeres que tejen sin sueños en los dedos,
las niñas que no alcanzan a taparse la infancia.

Toda la urdimbre es dolor,
todas las hebras gritan:
la desnudez es lo único decente.

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